Por Elizabeth Reyes Muñoz.
Un día normal, como todos los anteriores, mi madre me invitó de compras. Cuando salimos de casa, en las calles de la ciudad había mucho tráfico. Yo y mi madre nos miramos y supimos de inmediato que la trayectoria al mall sería lentísima. Cuando llegamos a una esquina, teníamos que esperar la luz verde. Esperamos, pero al momento de dar luz verde y seguir el camino, lo único que sentí fue un fuerte ruido… Al otro día desperté en una pieza con paredes blancas y un gran número de sondas conectadas a mi cuerpo. No entendía nada. Grité y por la puerta entró una enfermera. Ella me confirmó lo que entre gritos pensé: en la calle hubo un accidente con una persona herida y otra fallecida. Las protagonistas éramos nosotras, yo y mi mamita. Lo trágico había ocurrido así: cruzando un paso de cebra, un jeep descontrolado nos pasó a llevar. Producto de eso, mi madre murió y yo, quedé inválida. Esta ha sido la peor pesadilla que ha pasado por mi mente. Sin duda, es algo que a mí, ni a nadie le gustaría vivir.
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